EVOLUCIÓN PICTÓRICA DE SANTIAGO MORATO A TRAVÉS DEL BODEGÓN

La pintura de bodegón como género pictórico

Las referencias a la representación de elementos relacionados con la alimentación, enseres de cocina, animales diversos y otros objetos son muy antiguas tanto en los textos clásicos como en algunas artes de la antigüedad. Recuérdense algunos ejemplos como el texto de Plinio el Viejo en su Historia Natural XXXV sobre el certamen de los pintores Zeusis y Paraíso, las pinturas de los xenias en las casas pompeyanas o algunos mosaicos en Plaza Armerina (Sicilia).

El bodegón apareció en la pintura europea tímidamente, en principio formando parte de escenas y ocupando espacios secundarios en la composición desde finales del siglo XVI y con mayor frecuencia desde la centuria siguiente. Aunque la naturaleza muerta se independizaría como género pictórico en la pintura posterior siempre hubo un rincón para su representación en cuadros de otras temáticas.

Los diferentes términos con los que se conoció en Europa esta pintura no contribuyó a clarificar su sentido, quizá, por el amplio espectro de objetos que tenían cabida en ella. Así, estos cuadros se nombraban como "despensas", "pescaderías", "carnicerías", hacían referencia a "lo inmóvil", "lo quieto", "lo que está en reposo", etc. hasta la pintura de flores o las "vainitas", que eran las únicas representaciones que tenían un sentido simbólico sobre la brevedad de la vida y la caducidad de los bienes terrenales. En síntesis, podemos concluir que existen dos términos para nombrar el género, el más amplio de Naturaleza muerta y el mas reducionista de Bodegón, aunque en la práctica se utilizan indistintamente y como sinónimos.

El bodegón clásico se caracteriza por un intenso naturalismo o realismo hasta el siglo XX, pero, siempre fue permeable a las corrientes y modas pictóricas por lo que éstas no le fueron ajenas y las naturalezas muertas impresionistas, cubistas, informalistas, abstractas, etc. forman parte de la historia del género.

El cuadro de bodegón siempre fue una pintura con un gran sentido decorativo, amable, sin mensajes trascendentes e ininteligibles. Ello, unido a otras señas de identidad como el formato mediano o pequeño, los atractivos y apetecibles objetos que formaban sus composiciones le dieron un carácter doméstico. Tal vez estas connotaciones expliquen también su carácter internacional, pues el género se practicó en toda Europa aunque no uniformemente sino manifestando diferencias regionales.

Esta pintura, que nació con ciertas connotaciones negativas, hoy está de moda a juzgar por las exposiciones que se le dedican, las publicaciones y las cotizaciones que alcanza en el mercado del arte. Esta pintura, que excluye a la figura humana, que no cuenta nada, que representa objetos y cosas cotidianas, que es estática y muerta por definición constituye uno de los capítulos más brillantes de la historia de la pintura universal. Grandes genios de la pintura europea practicaron el género del bodegón como Snyders, Rubens, Jan Bruegel El Viejo, Jan Fyt, Pieter Glaesz, la familia Reco, Jean Baptista Simeón Chardin, etc.

En España primeras figuras de nuestra pintura se ocuparon exclusivamente o en alguna ocasión de tema, así Juan Sánchez Cotán, Tomás Yepes, Luis Meléndez, Juan Van del Jamen y León, etc. En Extremadura la práctica del bodegón sigue los comportamientos generales que rigen en el país, donde casi todos los pintores en algún momento arriban al género del bodegón y los menos lo practicaron en exclusiva. Notables son los ejemplos de Francisco de Zurbarán, Juan Fernández El Labrador, Felipe Checa Delicado, Luis Ortiz Pizarro, Antonio Beltrán Rivero, Manuel Fernández Mejias, Godofredo Ortega Muñoz, Julián Pérez Muñoz, Manuel Santiago Morato, José Vega Osorio, etc.

El bodegonismo en la pintura extremeña

El bodegón extremeño se inicia con la singular figura universal de Zurbarán, que, sin ser su tema predilecto, sin embargo, con el Bodegón de cacharros (1640), Plato con limones, cesta con naranjas y taza con una rosa ( único bodegón firmado y fechado en 1633) y otras naturalezas muertas incluidas en sus lienzos de asuntos religiosos quedó definido de forma magistral los principios fundamentales del bodegón clásico. Aunque no alcanzó el mismo nivel no deben dejar de valorarse los magníficos bodegones de uvas y el esmerado Florero de Juan Fernández El labrador, pintor bastante desconocido natural de Jaraicejo y activo en los alrededores de Madrid hacia 1630-1636.

La pintura del bodegón no prosperó en la Extremadura del siglo XVIII cuando la temática religiosa ocupaba casi todo el pobre espectro pictórico regional. Tenemos que esperar hasta bien entrado el siglo XIX para encontrar algunos bodegones esporádicos, resultado tanto de entretenimientos o ejercicios del pintor como de encargos de algunos clientes. Con el pacense Felipe Checa Delicado, maestro indiscutible del bodegón regional, en la segundad mitad de esta centuria se abre una brillante página del bodegón extremeño, el cual practicó no sólo la modalidad de bodegón puro sino también incluyéndolo en algunas de sus escenas domésticas. Felipe Checa creó escuela en la escasa práctica del bodegón posterior, en la que destacaron algunas individualidades extremeñas como su discípulo principal José Rebollo López o, más tarde, Manuel Fernández Mejias.

Los pintores costumbristas de la primera mitad del siglo XX incluyeron ocasionalmente en sus escenas cotidianas auténticos bodegones y representaron a tipos y figuras junto a elementos típicos del género bodegonista. Adelardo Covarsí (1881-1951) nos muestra así su capacidad tanto para la representación de la figura y el paisaje como para la plasmación de naturalezas muertas. Algo similar podemos decir de Eugenio Hermoso, (1883-1963) aunque son más simples sus alusiones al bodegón en los cuadros con sus características muchachas de Fregenal de la Sierra. Otros pintores que practicaron, al menos puntualmente, el género del bodegón de corte clásico fueron Luis Ortiz Pizarro, Antonio Beltrán Rivero,José Mangas Gago, Juan Aparicio Quintana, Gustavo Hurtado Muro,José María Collado, Manuel Fernández Mejias, etc.

La renovación del bodegón se produciría en la segunda mitad del siglo pasado con Isaías Díaz Gómez, los bodegones que realizará en la década de los años cuarenta el paisajista Godfredo Ortega Muiñoz, las evocaciones cubistas del bodegón de Julián Pérez Muñoz hasta las formas más abstractas y modernas del bodegón de José Vega Osorio y las últimas realizaciones de Manuel Santiago Morato.

El tema del bodegón en la producción de Manuel Santiago Morato. Evolución

El componente protagonista del ideario temático de Morato es sin duda la figura humana. En este espectro figurativo hallamos desde los primeros retratos, propios de una etapa de formación, hasta tipos y personajes muy característicos del pintor como Bohemio, Invalidos, Guitarrista, El actor, El señorito, etc.

La figura infantil tiene amplia representación en la obra de Morato, son niños y con mayor frecuencia niñas de entornos humildes y pobres, así en Niña pobre (1966 y 1971), Las hermanas, Niña con pañuelo, Gitanillo, Niña del pan, La hermana, Niñas y flores, etc. La incursión de Morato en la representación del paisaje, generalmente urbano, produjo una tipología muy personal de volúmenes arquitectónicos sólidos y definidos, estructuras rotundas, como en Catedral, Extramuros, Paisaje en relieve, etc.

Antes de abordar la evolución del bodegón en Morato, recordemos que en su producción pictórica hubo lugar para otros temas como los relacionados con el circo, el teatro, el carnaval, los dedicados a pintores como Brueghel, Magrit o Vermeer, etc.

En el tema de la naturaleza muerta, que reclama con mayor interés nuestra atención en estas páginas, es donde se percibe una de las notas más características de la estética de Morato, su permanente evolución pictórica. Los primeros bodegones de Morato fueron pintados en su adolescencia, en la década de los años cuarenta del siglo pasado cuando aún no había cumplido los veinte años y se encontraba en los comienzos de su etapa de formación en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, donde obtuvo la licenciatura a los 24 años. Son bodegones propios de un principiante que aplica al lienzo las elementales lecciones recibidas sobre dibujo, color, perspectiva, composición, etc. Son bodegones faltos de la personalidad y del sello singular que caracterizaría toda su pintura posterior. Composiciones sencillas, de pocos objetos colocados casi aislados sobre la sempiterna mesa del bodegón, donde son frecuentes los paños. Obras de contornos muy definidos y dibujados, sobre fondos claros sin el característico contraste y volumen que presta el fondo oscuro del bodegón clásico. Otra diferencia de Morato con el bodegón posterior fue la iluminación desde la derecha en esta fase inicial y de principiante.

Algunas obras de este período son Bodegón de las vinajeras (1946), Bodegón de la sandía (1946), Bodegón con sifón (1949), Bodegón del cobre (1950), todos propiedad del autor. De una estética más madura y personal es el Bodegón fechado en torno a 1970 perteneciente a la colección particular de Don José María Pagador Otero. Objetos diversos de cocina se agrupan más apretadamente que antes sobre una mesa en una aproximación monocromática, con logrado control de los volúmenes y tonos y con mayor precisión de luces y sombras.

Morato es también un excelente dibujante, que ejerció como Profesor de Dibujo desde 1959, año en que obtuvo la plaza por el Ministerio de Educación y Ciencia. Dibujo y color son esenciales en las naturalezas muertas moratianas, en la brillante y colorista paleta del pintor el predominio por los tonos azules fue una constante, al menos en su época de madurez, ello es aplicable a todos sus temas y por consiguiente a sus naturalezas muertas. Ejemplos significativos de ello son los bodegones titulados Bodegón de la estatua azul, Bodegón en azul abstracto (1970) y Bodegón del frutero (1971).

Morato siempre se tomó su tiempo en la realización de la obra, sabemos de su técnica sosegada, minuciosa y reposada. Por ello, su evolución en la practica de la naturaleza muerta desde obras de corte clásico hasta bodegones de gran modernidad no debe inducirnos a pensar que el pintor ha pasado de una practica sosegada a otra más rápida e improvisada. Pensamos que no se trata de velocidad en la ejecución sino de evolución mental y de concepción nueva del tema. Más aún, en el moderno bodegón moratiano parece que el pintor comienza a pintar sin una intención previa, traza, mancha, arrastra la masa pictórica sin una concepción de la obra, que surge o emerge al tiempo, de modo que el proceso mental y la ejecución material se producen en paralelo y al mismo tiempo. En una ocasión ya dijo el pintor que jugaba sobre el lienzo con formas y colores sin intención alguna... y que cuando comenzaba un cuadro nunca sabía con exactitud lo que va a salir.

El pintor en su larga trayectoria ha explorado diversas formas de expresión desde un realismo inicial hasta el realismo onírico y mágico posterior, a través del expresionismo y hasta formas rayanas en la abstracción. Este permanente tránsito por la nueva figuración y la aproximación al informalismo y la abstracción le han procurado a Morato el calificativo de pintor inclasificable, nosotros preferimos los términos de artista único y personal.

Con estas premisas valoramos el moderno bodegón de Morato como capítulo de su producción al que acudió con frecuencia, con visión renovada, paleta rica y colorista en composiciones apretadas de elementos identificables con el bodegón clásico y de formas no definidas pero de gran modernidad.

Su obra ha sido mostrada con frecuencia en exposiciones por muchos espacios de nuestro país, galardonada con frecuencia y está representada en numerosos museos españoles. Probablemente lo menos conocido del espectro temático del pintor sean sus naturalezas muertas, que hemos intentado poner en valor en las páginas anteriores.

Román Hernández Nieves
Director del Museo de Bellas Artes de Badajoz

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