CONCIERTO BARROCO PARA LA INAUGURACIÓN DE LA NIEVE

Escenografías y escenas, cuajadas de personajes que se han repartido el arco iris, cabe recintos de luz, por donde transita la desnudez, el despojamiento empujado por el peso de la inmanencia.

Vértigo de colores y de flores, estanques encendidos de nenúfares, cromomaquias de turquesas y de azufre, de tierras y de verdes de Sêvres, en un concierto barroco, que en cada nota inventa la primavera, del mismo modo que la vigilia del jazmín inaugurará la nieve y purifica la distancia dando nivel a lo mínimo.

"A partir de la mancha"... de un construido exterior de cromías adolescentes y de lunas sedientas, arde el barroquismo y crece la espuma, ya sin figuras, sin fronteras, casi sin nada, convocando la absoluta transparencia. También arde la pintura, y la ternura, que es un inmenso potro blanco, todos los caballos blancos del mundo galopando a la seda sin par de la empatía.

De lo complejo y abigarrado, a la epifanía del relámpago; desde la composición de vivencias y exigencias, a la densa levedad, donde el privilegio de la cal cabalga las miradas, borrando bordes, ensayando una leyenda de sutileza diáfana, ahíta de infinito.

¿De donde nace esta luz confabulada, clara, orientadora, identificadora, que nombra? Crepitan y se avivan las gamas, los tonos se elevan y las cinturas del color, recién lavadas, huelen a sol y a firmamento, a naturaleza limpia y propicia.

Y por debajo de todo ello, el dibujo, y en las obras más recientes, la pulpa del amanecer, vestigios del rocío, anteriores a la definición de las formas, cuando no eran necesarios los perfiles, los contornos, las referencias y los nombres.

EL dibujo, implicado ó autónomo, sobre papel ennegrecido o iluminado, convocando el grafito y alentando la andadura de las tintas, disimulando o distinguiendo, armando el equilibrio o visitando todo el espacio en la disipación de la línea auroral.

Vuelve M.Santiago Morato a exponer, vencido el silencio y el pudor. Hombre del Sur, de espliego y trigo, empeñado siempre en abrir ventanas a la esperanza, en construir espejos y alas, al diálogo de la decencia y la ironía. Un débil fuerte, que desde sus impedimentos físicos, nos infunde, sin desmayo, la lección de la duda y la constancia. Y pinta, y pinta, anchurando su cosmos depurándolo, aromándolo de esencialidad, hasta competir con la inocencia.

Suríada militante, administrador del llanto y la prudencia, extramaduro comprometido, perito en colores y emociones, con sus manos de cristal especia el paladar de los cuadros, para este concierto de viola y vuelos.

¡Qué importa las perspectivas, la ambigüedad de las figuras, la narratividad, los entresijos de la nada o la trascendencia, ante la rotundidad de su lenguaje plástico contrastado, que le identifica, que dice más allá de lo que dices, y todavía....!

Y todavía, renunciando al cobijo de lo admitido, desoyendo lo que de él se espera, da un salto, engañando su propio temor, para mostrarnos su búsqueda, el hallazgo de unos papeles, lo más con menos, en los que el aguarrás, los barnices, el acaso, gobiernan la luz, las texturas, lo genuinamente humano, los estados de inocencia, ajeno a presiones y huellas, urgiendo la presencia.

Pero, ¿Puede haber arte, en objetos, acciones, resultados, ajenos al hombre?. El arte es cosa de los hombres, cuando se logra trascender el tiempo y la materia, tocando las alturas o residiendo en ellas.

La tensión que fortalece esta pintura se deudora de la desazón y la alegría; de la convivencia de seres extraños, en niveles particulares, que responden a normas propias. Pero, ¿se puede entender el arte, si no es desde el mirador de las leyes que lo conforman?.

EL bullicio, la sorpresa, la candidez, el escozor, la ebriedad del ser, "los primores de lo vulgar", la fragmentación, son algunos de los elementos que alimentan la realidad de su idiolecto. Un concierto barroco y encendido, que inaugura una suite de papeles, que no cesan de inventar, en cada hoja, el amanecer, la poética rigurosa del acierto, el arte de cada heterónimo por nacer.

Retrospectiva, desde los años 90 a la actualidad, desde el incendio de arco iris y de sombras, hasta el alumbramiento de esta renuncia a todo lo que no sea autenticidad, des esta conquista en al que tutea a la luz y se alía con la libertad de decir lo que siente, en este momento, como lo siente, con absoluta grandeza y honestidad, conservando "·todavía íntegra toda la locura" y toda la pasión, como en el verso enamorado de V.Holan.

Tomás Paredes
Catálogo exposición Galería Alfama, marzo 1997

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